EL KUMPO

Hacia las 11 de la mañana suena un tam-tam. Se anuncia que esta noche hay kumpo. Todos se miran entre todos y a los que no han podido
escuchar el aviso les llega la noticia al cabo de unos instantes. Después de cenar, empiezan a sonar los tambores, una fila de niños y jóvenes caminan de un
lado al otro del pueblo. Todos van hacia el mismo lugar, se dirigen a la plaza
del barrio donde el kumpo va a bailar. Cuando las mujeres empiezan a
llegar, se van colocando, creando un semicírculo. Colocan 3 sillas. Es el asiento que van a ocupar los músicos. A un lado se colocan las mujeres casadas, al otro las mujeres solteras. Todas llevan en la mano un instrumento hecho de hierro, es el eje de una bici antigua y otra pieza de metal con el que empiezan a marcar el ritmo para recibir al kumpo, un ser sobrenatural vestido con hojas de palma y un palo que sale del bosque para bailar junto a todo el pueblo. Él es el protagonista de la celebración y se genera una expectación y un respeto absoluto a su llegada.

Varias mujeres se acercan al Kumpo y se agachan mientras hacen sonar el instrumento para así recibirlo. La música no para durante horas y horas, los músicos tocan los instrumentos al ritmo de los bailes del pueblo. Todo el mundo canta y las mujeres siguen el ritmo con su instrumento. Los hombres se colocan detrás del kumpo siguiendo sus pasos. El momento más esperado es cuando el kumpo coge carrerilla para clavar su palo en el suelo y empezar a dar vueltas sin parar. En ese instante la música y los cánticos se intensifican. Cuanto más vueltas da, más aumenta la emoción.

Sin duda, el kumpo es una de las tradiciones más bonitas e impresionantes que conservan los diola, una etnia del sur de Senegal, donde nació el proyecto UKAT.