El recuerdo de madera quemada

¿Qué te hizo viajar a Senegal?

Surgió a raíz de la necesidad de provocar un cambio en mi vida, salir de mi rutina y de lo establecido. Quería estar expuesto a desafíos a los que no me había enfrentado antes.

¿Cuál era el motivo de tu viaje?

Clara, mi amiga, estaba trabajando para Beyark, una fundación nueva que estaba construyendo su primer proyecto, una maternidad en Thiobon. De vez en cuando nos comunicábamos con Clara y me contaba historias que eran todas sacadas de una película, de un documental. Después de escuchar todas esas historias, envié un email a la fundación, apliqué e insistí muchísimo. Me motivaba la idea de vivir una nueva experiencia y a su vez intentar responder preguntas personales y profesionales que estaba teniendo en ese momento.

¿Cómo recuerdas los días previos a viajar?

Los días previos fueron de mucho estrés, nervios e incertidumbre. Era un viaje que salía de lo común, por lo que era difícil planificar y llenar la maleta con dudas de “si debería llevar esto o lo otro”, en ese momento todo parece fundamental. Aunque llega un momento al final que te entregas y dejas que las cosas fluyan. 

¿Cuáles fueron las emociones que sentiste al subirte al avión?

Felicidad, expectación, miedo.

¿Cómo recuerdas tu día a día allí? 

Mis recuerdos de Senegal se traducen a texturas, colores y aromas. El día comenzaba con despertarnos e ir a desayunar té con una baguette con porotos y cebolla (increíble), luego íbamos a trabajar con Brenda y planificábamos el día, íbamos a comprar materiales a Thionk essyl (el pueblo vecino), trabajar en la obra junto a la comunidad. Volvíamos a casa a almorzar. El camino a casa se veía interrumpido por sonrisas, abrazos y saludos de todos los niños. Después de almorzar volvíamos a la obra y continuábamos con lo que estábamos haciendo. Volvíamos a casa al final del dia, cenábamos y conversábamos alrededor del fuego.

¿Qué experiencia recuerdas con más cariño?

Es muy difícil definir un recuerdo como el con más cariño. Creo que cada día pasaba algo que te maravillaba y te hacia dar las gracias por ese momento. Creo que más que una experiencia, un concepto que me marcó y generó muchos lindos recuerdos fue el fuego, el olor a madera quemada. Simbolizó no solo calor, sino que era un momento de unión, de relajo el tomar té de bisap (flor de color rojo) y quemar cacahuetes. Todo esto era la base para empezar a escuchar historias, repasar el día, contrastar anécdotas y sobretodo compartir risas entre diversas generaciones.

¿Qué experiencia del viaje te ha marcado más?

El vivir en comunidad, el volver a lo simple, a sacar todas esas mochilas mentales que cargamos en la conciencia. Viniendo de occidente, cosas que damos por obvias dejan de serlo pero toda esa carencia en cosas materiales ha sido remplazado con una riqueza espiritual infinita, con tradiciones y solidaridad entre las personas. Un concepto que me marcó estando allá es el de “la famille elástique” que hace referencia a qué donde vayas vas a tener un familiar que te apoye y que te ayude. Estando allá es difícil diferenciar quien es hijo de quien o quien es el padre o la madre. La verdad es que bajo ese concepto todos somos iguales. Gracias a ese concepto me transformé en uno más de la Familia Coly, uno más de la comunidad y eso es maravilloso, eso te transforma como persona, te hace aterrizar y poner los pies en la tierra.

Cuéntanos una anécdota curiosa.

Al llegar, todos te hablan de mitología, de tradiciones. Otros voluntarios te comentan sobre el Kumpó o Agomala, seres que viven en el bosque pero que más allá de una historia, a veces aparecen caminando por el bosque sagrado o por las casas del pueblo. Un día los niños comenzaron a correr con sonrisas en la mirada, entre saltos de alegría gritaban “el Kumpó, el KUMPÓ!!! Me uní a ellos como un niño más, expectante a ver este ser respetado por la comunidad y al llegar había un círculo de gente bailando, saltando, tocando tambores y golpeando instrumentos de madera. En medio estaba el mítico Kumpó, un ser de paja de más de dos metros de altura, con brazos, piernas, pero sin rasgos faciales. De su cabeza salía un cuerno de madera, el cuerpo estaba cubierto de hilos de paja que se movían con fluidez. Al ritmo de la música el Kumpó se movía intimidando con sus pasos gruesos y su cuerno de madera. A medida que la música aumentaba el ritmo y la intensidad, el Kumpó se sincronizaba a esta y la euforia de niños y adultos era cada vez más, hasta que la intensidad era tal, que de un salto el Kumpó se ponía de cabeza, anclando el cuerno a la tierra y girando a gran velocidad en torno a su cuerno por varios minutos. Los ritmos de la música se fusionaban a la danza y así al disminuir el ritmo era la señal para que el ser bajara la intensidad también.  Sin duda una experiencia surrealista difícil de explicar para ojos que no lo han visto.

¿Tu viaje cumplió con tus expectativas?

Absolutamente, no solo las cumplió, sino que las supero ampliamente dejando cosas pendientes y familia por visitar.

¿Cómo ha influido ese viaje a tu vida?

El viaje a Senegal ha influido en cada uno de mis días que vinieron después. El viaje me enseñó a aprender y trabajar juntos, aprender recíprocamente, ensuciarse las manos de arcilla y agua y recibir opiniones, resolver problemas con respuestas locales, no desde la cátedra de la universidad. Avanzar en un proyecto que era para la comunidad y construido por la comunidad. 

¿Volverías a repetir la experiencia?

Sin dudar la repetiría, son de esos viajes que te marcan tanto que cada día lo recuerdas. Fue un viaje que me hizo ver el mundo de manera distinta, de ser consciente, de estar presente y disfrutar de lo simple. 

Si alguien que está pensando viajar a Senegal para vivir una experiencia similar a la tuya. ¿Qué consejo le darías?

Que se dejen llevar, que toda expectativa con la que vayan será superada por la realidad, que no tengan miedo porque siempre tendrán una familia en la comunidad.

Cristian Morales Urrutia (Sadibou Coly), Arquitecto.

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